5P. PRECIO – POLÍTICA ¿Cómo calcula el votante un precio (valor) a su voto?

En política a diferencia del comercio, el PRECIO (VALOR) DE UN VOTO no lo fijan los partidos (empresas), sino que los votantes (consumidores). Los votos son la moneda que utilizamos para “comprar” los candidatos (productos) que satisfagan nuestras expectativas.

Para definir el PRECIO (VALOR) DE UN VOTO, debemos tomar en cuenta los siguientes factores:

Ethos

“Conjunto de rasgos y modos de comportamiento que conforman el carácter o la identidad de una persona”. Eso es el ser, nuestras raíces, experiencias, conocimientos, conducta, aptitudes, etc.

A través de este lente o filtro es que percibimos la vida y a las personas. El ethos es el factor más importante para identificar cómo el votante valorará a cada candidato. Por ejemplo, si uno de sus seres queridos fue víctima de miembros de un partido específico, jamás votará por este; o si los miembros de su familia inmediata apoyan siempre a determinado partido, habrá mayor afinidad hacia este.

Algunas personas votaran por ciertos candidatos solo por que son de la misma religión, raza, sexo o tendencia sexual. Así de limitados pueden ser sus análisis. Esto se da por que su ethos no los deja ver más allá por situaciones condicionadas en su pasado.

Si la persona es consiente en apreciar como un lujo, el poder votar, cuando en otros países este derecho no existe; si su ethos le permite creer que el voto puede hacer una diferencia; si interpreta que es un deber cívico,  o siente algún grado de confianza en los actores y en el sistema político emitirá el sufragio.

Por otro lado, si el votante se ha dejado impregnar por el odio, no votará con base al valor que el candidato tenga, sino únicamente con base al daño que ese voto pueda causar a quienes odia. Este es uno de los objetivos del populismo, transformar el ethos  a través del rencor, la creación de espejismos y regalos que solo son carnadas para pescar almas.

Coyuntura política/social actual e histórica y sus actores

Éstas influencian en dos vías, por un lado alimentan y generan el ethos del votante, pero por otro también son filtradas por el mismo ethos.

Las vivencias son las que van marcando el valor que se le dé al voto y van formando nuestro criterio: los resultados de nuestro sistema político; los mensajes y acciones que han realizado los actores;  la corrupción, la conducta política (por ejemplo, cómo ha votado un diputado en la Asamblea, en qué temas está a favor o en contra, etc.), detonantes nacionales o internacionales, en fin, todos aquellos actos coyunturales que motivaron o no a votar y por quién.

Beneficios futuros y actuales (promesas de campaña)

Este factor tiene que ver con las percepciones que se tengan de los partidos y candidatos, y que pueden ser realmente modificadas a través de las campañas.

Se le da tanta importancia a las campañas políticas y realmente la tienen; pero el efecto de influencia real es sobre un número pequeño de personas, no por eso menos importantes ya que este número es, en la mayoría de elecciones, quienes determinan al ganador.

También la medidas populistas como regalos durante la campaña, o propuestas que realmente interesen y que el votante crea que ese candidato verdaderamente las va a implementar, pueden hacer cambiar la intención de voto en el último tramo.

Costo de oportunidad

El valor o las satisfacción que puede tener una acción alternativa al voto, las expectativas futuras si no se acude en el presente a votar y los riesgos implícitos de ejercer el sufragio si los hubieran.

Para muchos ver televisión, o ir a la playa o salir con los amigos es simplemente más valioso que ir a votar, ya que para ellos pase lo que pase nada cambiará. En cambio para otros el costo de oportunidad puede ser la pérdida de la democracia o la radicalización de la delincuencia o que no le van a colocar un farol en la esquina ni el chorro que necesita en la plaza pública.

Al medir el costo de oportunidad en el día de la elección se evalúa si habrá transporte para la movilización, qué tan seguro es ir a votar, si se tomaron su centro de votación, si las maras han amenazado, si estamos en guerra y tocará votar bajo las balas, si se dan a conocer ganes anticipados el mismo día de la votación que desincentiven al votante, etc.

Resumiendo: el valor que un ciudadano dé a su voto puede variar entre algo tan doloroso como la muerte de un hijo o tan importante como perder la democracia o puede depender de algo tan insignificante como ver una película en casa.

En el marketing debe tomarse la estrategia adecuada para cada segmento de votantes y conocer a ciencia exacta sobre qué factores se puede influir en las personas cuyo ethos está abierto a cambiar de decisión.

Pero lo más importante y lo que olvidan los políticos es que siempre están en la palestra pública, cada acción, cada ley, cada bono, viaje o viáticos que se recetan; o cada muerto, cada mes que se retrasan en otorgar citas en el sistema de salud afecta la decisión de aquellos que su ethos les otorga la flexibilidad de escoger.

Es, pues, de vital importancia que la estrategia de marketing sea perenne, y que los productos (actores políticos), realmente satisfagan las necesidades reales a corto, mediano y largo plazo de los “consumidores”.

#SeeYaSoonBaboons  😛
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