He experimentado en muchas ocasiones que no encajo en este mundo, pero no me importa desviarme del camino establecido en busca de la verdad. Siento un profundo fervor por la justicia, mientras veo a otros pasar por alto su importancia.
Poseo una visión que me permite ver más allá de las máscaras que las personas llevan puestas. Sin embargo, estas pantallas son invisibles para aquellos que confunden las brillantes actuaciones con la verdadera esencia de las personas. A menudo me he sentido como la oveja negra, ajeno incluso dentro de mi propia familia.
La autenticidad es mi estandarte, lo cual me hace sentir apartado en un mundo donde la mayoría se conforma con lo superficial. Me disgustan los protocolos, la complacencia, la mediocridad y, sobre todo, la hipocresía.
Percibo la presencia de algo más grande que nosotros, una luz interior o intuición que me guía en la toma de decisiones y me proporciona respuestas incluso cuando el camino es incierto.
Conozco algunas de mis sombras, pero todavía no he logrado superarlas por completo. Me falta tiempo para meditar, para reflexionar y para conectar con lo divino. Cuando lo hago, siento la presencia de Dios en mi interior y en la naturaleza que me rodea. Esta conexión es sublime, provocando un hormigueo que recorre todo mi ser.
A menudo me siento desconectado de la gente, en sintonía con una frecuencia diferente. A pesar de estar solo, no experimento soledad; en cambio, encuentro paz y tranquilidad en mi propio ser.
¿No encajar es mi carga o es mi libertad? Al no vivir bajo los estándares del “¿Qué dirán?” y tener paz mental, el no encajar me proporciona niveles inimaginables de libertad.
